La Orden de los Carmelitas Descalzos, o Carmelo Teresiano, traemos el nombre y el primer origen del Monte Carmelo en Palestina, donde al principio del siglo XIII un grupo de ermitaños, decididos a vivir en servicio de Jesucristo en su propia Tierra, recibieron una fórmula de vida o regla del patriarca de Jerusalén San Alberto. Emigrados en el mismo siglo a Europa ante el temor de invasiones y persecuciones, entraron en el nuevo movimiento de la vida religiosa de los Mendicantes, forma que aúna vida contemplativa y activa y es más cercana al pueblo, en la que los carmelitas fueron aprobados definitivamente por la autoridad suprema de la Iglesia. En el siglo XV inició también la rama carmelitana contemplativa de las carmelitas, y se formaron los primeros grupos de laicos que deseaban participar de la espiritualidad carmelitana.
El origen de la familia teresiana en el Carmelo y el sentido de su vocación en la Iglesia están estrechamente vinculados al proceso de la vida espiritual y al carisma de santa Teresa; sobre todo a las gracias místicas que la impulsaron en el siglo XVI a renovar el Carmelo, orientándolo por completo a la oración y a la contemplación, viviendo los consejos evangélicos en una pequeña comunidad fraterna, fundada en soledad, oración y pobreza.
Al realizar Teresa de Jesús su proyecto, la Providencia le dio a san Juan de la Cruz por compañero, comunicándole el mismo espíritu. El Santo, a su vez, reconoció en ella a la Madre del Carmelo renovado. Ambos echaron en cierto modo los cimientos de la Orden con su doctrina y experiencia.
Los carmelitas de santa Teresa queremos ser pequeñas comunidades orantes y fraternas al servicio del Reino. En medio de la secularización, del alejamiento de Dios, del consumismo y materialismo, pero también de la sed del sagrado, de cierta trascendencia, de la búsqueda del significado y esperanza (a veces no confesada), queremos ser personas y comunidades que viven en la presencia gozosa del Padre, de Jesús, en el Espíritu de hijos.
Queremos ser capaces de descubrir a Dios presente y cercano en las personas, en los acontecimientos, en lo positivo y en lo negativo de la historia. Un Dios que nos cuestiona e interpela.
Esta contemplación comprometida podrá revelar el rostro del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo a las personas que lo buscan a tientas...
Las Carmelitas Descalzas formamos parte de esta familia religiosa, enriquecida con un carisma propio, para desempeñar una misión peculiar en el Cuerpo místico de Cristo.
Esta familia, expresión renovada del Carmelo, hermana la fidelidad al espíritu y a las antiguas tradiciones de la Orden con un afán de continua renovación, siguiendo la consigna de la santa Madre Teresa de Jesús: "Ahora comenzamos, y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor".
Por exigencia del carisma teresiano, la oración, la consagración y todas las energías de una Carmelita Descalza han de estar orientadas y fundadas al servicio de la gran misión apostólica de la Iglesia.
Carmelitas Descalzas de la Federación de San Joaquín de Navarra. © 2015- 2021