Fue el 14 de septiembre de 1944 cuando surge por primera vez en la comunidad de Carmelitas de Talavera de la Reina la palabra FUNDACION y que dicha fundación debe hacerse siguiendo las "ideas de Paulina".
"Paulina" es la Madre María Pilar Arnáiz Pérez, mujer de muy notables cualidades humanas y sobrenaturales, que lo que en realidad pretende no es una nueva fundación, sino "una Comunidad como las que fundaba TERESA de JESUS, viviendo en profundidad el EVANGELIO, en pobreza, en la que hubiera un intercambio de comunicación sincera entre las hermanas y una gran unión entre todas".
Paulina, para discernir la voluntad de Dios, pide tres signos:
A los pocos días de formuladas estas condiciones, una señora pide que se haga una fundación en Fuenterrabía (Guipúzcoa) lugar de veraneo y muy próximo a Francia. La misma señora exige que la fundación se dedique a Santa Teresita del Niño Jesús. El obispo de Vitoria, Dn. Carmelo Ballester decide avalar la fundación.
Seis monjas, sin más bagaje que su fe y su entusiasmo, salen de Talavera y hacen su ingreso en Fuenterrabía el 7 de septiembre de 1945. El 19 de marzo de 1946 se inaugura solemnemente el nuevo Monasterio de Santa Teresita en Fuenterrabía.
Pronto acuden muchas jóvenes y se forma un noviciado numeroso. Algunas dan testimonio de cómo de vivía allí:
Las vocaciones aumentaban y se vio en ello la oportunidad providencial de “extender nuestro modo de vida teresiano”. Así que en julio de 1951 se hizo una fundación en Albacete; el 1 de octubre de ese mismo año se hizo la fundación de Irún y al año siguiente, en 1952, se fundó en Vitoria.
Pero el Monasterio de Santa Teresita de Fuenterrabía resultaba insuficiente y poco adecuado para la vida conventual. Así que hubo que elegir entre levantar un nuevo edificio, para lo que no teníamos medios, o trasladarse toda la comunidad al caserón de Donamaría.
Este es nuestro querido Monasterio actual donde hemos seguido viviendo nuestra sencilla vida de fraternidad y oración, en el día a día del trabajo y la alabanza, en la alegría de nuestro corazón.
Somos algo así como el corazón visible de una gran familia reunida en torno al carisma teresiano-sanjuanista, porque todos cuantos habitamos y pasan por esta casa formamos una gran familia: personas con fe o sin ella, grandes teólogos o sencillas personas del pueblo, ilusionados testigos o probados buscadores de la verdad.
En estos años el Señor nos ha dado el don de vivir junto a hermanas que con su diversidad y sus límites han portado con gozo y esperanza la luz de su consagración. Sus perfiles han sido de humanidad, sencillez, atento cuidado de la amistad, inteligencia e ingenuidad, alegría y pobreza. Esta herencia prolongamos. Vivir juntas y santificarnos juntas nos ha abierto a una fraternidad donde otros participan y convergen.
La intuición de Paulina de poner nuestro Monasterio bajo patrocinio de Santa Teresa del Niño Jesús ha ido desplegando facetas en nuestra vida comunitaria como servicio y ofrenda de una esperanza escatológica que es capaz de encender esperanzas históricas. Como Teresa asumimos la noche de la fe del hombre y de la Historia actual y como ella cantamos:
“Eta niri zer, Jauna, geroa bada ilunpean?
Biharko eskatu, hori nik ezin dut, oh ez!..
Zaindu garbi nire bihotza, estal nazazu zeure itzalpean,
Gaurko besterikez!
(TO 5 Nire gaurko kanta)
Tenemos, además, el trabajo de encuadernación, costura y cultivamos nuestra huerta como medio de sustento y modo de solidaridad con el trabajo y las fatigas de los hombres.
Aún con ser tan oculta y silenciosa nuestra vida, sentimos su luminosidad en medio de un mundo herido por la discordia. Nuestra propia fragilidad y pequeñez es alegría y decimos con Teresa:
"Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra, para quien se contenta solo de contentar a Dios, y no hace caso de contento suyo." C V 13, 7
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